El Blog de John Constantine

Impresiones de un bastardo profesional.

Friday, March 24, 2006

La insoportable levedad del ser

Odio ponerme filosófico, pero... me he preguntado varias veces el porqué de "insoportable" dentro del título la novela de Kundera. No tengo demasiado claro, tras haberlo leído, si el significado es el de que nuestra existencia, incluso con todo el universo que todos llevamos dentro, es tan insignificante que el darnos cuenta de ello es demasiado para nuestra personalidad. O si el verdadero sentido es que, pese a la ligereza y despreocupación con que podamos llevar nuestra vida, llega un momento en que todo su peso descarga sobre nosotros de una manera incontenible.

Profundo, ¿verdad?. Lo cierto es que nunca he querido hacer demasiado caso a la filosofía, y menos al existencialismo. Como ejercicio de modelado de la existencia colectiva me parece un buen esfuerzo teórico, pero aplicado individualmente me recuerda demasiado al ombliguismo (en mi caso). Y las veces que he dedicado el suficiente tiempo a ello, por desgracia, he llegado a la conclusión que Albert Camus formuló en su tiempo: Todos los esfuerzos realizados por el ser humano para encontrar el significado dentro del universo fracasarán finalmente debido a que no existe tal significado (Wikipedia).

¿Y cómo se aplica esta sobredosis de pensamiento a la vida real? Pues parece que, funcionando continuamente con el piloto automático. De casa al trabajo, del trabajo a casa. Comer, dormir. Pero es descorazonador y, al mismo tiempo liberador, saber que todo lo que nuestro modernísimo estilo de vida ofrece no puede llenarte. Coche, casa, sueldo, diversión -moderada-, móvil, TV, PC, PS2... Me da la impresión de que, precisamente, todo esto no son más que parches que la sociedad nos ofrece para llenar nuestro tiempo libre y que no pensemos en profundidad lo que deseamos de verdad. O lo que más nos conviene.

Me encantaría romper este círculo vicioso, aunque fuera a peor (según los estándares normales, claro). Pero demasiada gente espera demasiado de uno. ¿Y qué es, al final, decepcionar a los que mas te quieren en favor de tu libertad? ¿Un ejercicio de liberación o de egoísmo? ¿Existe alguna balanza en la que podamos medir la importancia de nuestros sentimientos frente a los de los que nos rodean?
Preguntas, Preguntas, preguntas...

Wednesday, March 15, 2006

El conde de MonteCristo (II)

No sé la razón, pero es curioso que, pese a la cantidad de películas -algunas de ellas, excelentes- que se han hecho sobre las obras de Dumas, se hace difícil identificar de manera definitiva a los actores que los han encarnado con sus personajes. Así, habrá gente que recordará Dartagnan con los rasgos de Gene Kelly o Michael York, mientras los más jóvenes tal vez le pongan la cara de Chris O´Donnell...

Con el Conde de MonteCristo pasa algo parecido... o no. Los espectadores españoles de cierta edad seguramente asocien automáticamente la imagen del Conde con la de Pepe Martín, protagonista de una magnífica adaptación realizada por TVE en 1969 y que , para qué negarlo, constituyó para quien esto escribe la primera imagen icónica de Edmundo Dantés.

Dejando de lado la multitud de adaptaciones tanto italianas, como francesas, mejicanas, etc, que la obra ha tenido, me gustaría centrarme en las tres más recientes que además, han podido verse por TV más o menos de manera habitual. La más cercana en el tiempo es "La venganza del Conde de Montecristo", dirigida por Kevin Reynolds y con Jim Caviezel, Richard Harris y Guy Pearce en los papeles de Edmundo, el Abate Faria y Fernando de Morcef. Aparte de los tópicos hollywoodenses que lastran la película, pero que uno puede aceptar de manera predeterminada, la cinta sufre del mismo problema que casi todas las adaptaciones de "El conde..." al cine: la imposibilidad de reflejar en una duración más o menos limitada el aluvión de personajes que intervienen en la novela. De este modo, los personajes de Haydee,Morell,Valentine, etc como en otras muchas versiones, son eliminado de escena, así como los sucesos del carnaval en Italia, de la última aparición de Danglars...

Por otra parte, Caviezel es en ocasiones un intérprete demasiado introspectivo; y si eso redunda en cierto favor de su interpretación como "Conde", por otro lado le impide representar con convicción la dualidad de personalidades entre éste y Edmundo, que es uno del los principales atractivos del personaje. Y si bien la interpretación de Pearce como un Morcef más temible de lo habitual equilibra algo la balanza, uno tiene siempre la impresión de estar ante un "gran espectáculo" made in Hollywood y no ante una historia salida de la pluma de Dumas. Pese a todo, el resultado final de la película es de largo muchísimo más digno que la sonrojante versión de "Los 3 mosqueteros" dirigida años ha por Stephen Herek. Un film de aventuras de capa y espada de los que ya casi ni se hacen, y que parecen haber encontrado en Reynolds ("Robin Hood, príncipe de los ladrones") a su último y discreto valedor.

Si, como ya hemos comentado, uno de los principales problemas de la obra original es su extensión, no cabe duda de que el formato de serie televisiva podría resultar el ideal para su translación. De este modo, la miniserie dirigida por Josee Dayan en 1998 lo tenía todo a priori para resultar la adaptación definitiva, gran presupuesto, un reparto principal prestigioso (Depardieu, Ornella Muti, Jean Rochefort, Michel Aumont), un director curtido en grandes miniseries... Y, aunque mi opinión parece en franca minoría, se convierte en el más absoluto de los fracasos.

Por que a la miniserie no se le pueda negar su factura "de lujo" y su magnífico acabado a nivel técnico. Pero, en primer lugar, desperdicia todo el potencial que su extensa duración le ofrecía, hurtando en gran medida los mismos personajes y situaciones que suelen hacerlo las versiones para la gran pantalla. La adaptación que los guionistas del relato a partir de que Edmundo adopta la personalidad del Conde es en ocasiones sonrojante, incluyendo el final de la misma; y los pocos detalles que permanecen fieles al relato original no logran quitarnos la sensación gran oportunidad perdida.

Por desgracia, la propia selección de intérpretes termina siendo un lastre para el film. De hecho, el más convincente parece ser Gillaume Depardieu, en su encarnación del joven Edmundo. Por que en lo que se refiere a Depardieu padre, éste naufraga totalmente en si interpretación. En primer lugar, por que hay que hacer un ejercicio de imaginación muy grande para imaginarse a un prisionero en una mazmorra durante más de una decena de años, con el físico rubicundo y potente del actor francés. Se imponía, nombres aparte, un actor de físico mucho más frágil para encarnar al conde. Pero además, Depardieu nunca logra hacernos creer su transformación en "Conde", limitándose a ofrecer una repetición de tics interpretativos más o menos eficaces pero en absoluto convincentes.

El mismo desacierto en la elección de "casting" se repite , además, en varios personajes, siendo el ejemplo más lamentable el de Morcef, interpretado por un Jean Rochefort ("el marido de la peluquera") en exceso anciano e histriónico, imposible de imaginar como militar -aunque sea retirado- o como marido de una todavía exhuberante Ornella Muti. La miniserie, en fin, puede hacer las delicias de los aficionado a los "Grandes Relatos" televisivos, pero en absoluto agradará -pienso- a los fanáticos del relato original.

En mi -opinión, la mejor adaptación es la que protagonizara Richard Chamberlain en una magnífica "tv-movie" dirigida en 1974 por David Greene, y que hemos podido disfrutar ya más de una vez por televisión. Chamberlain es un actor principalmente televisivo, de gran popularidad en los años 70 y 80 por series como "Dr Kildare" ó "El pajaro espino", y que siempre ha demostrado una cierta energía en sus trabajos que en esta ocasión desarrolla muy acertadamente para dar vida al joven Edmundo. Además, su físico delgado y anguloso le proporciona una aire aristocrático y ciertamente algo enfermizo, ideal para un personaje como el Conde que se supone aristocrático y cadavérico, un tanto al estilo del Lord Ruthven imaginado por Lord Byron. Curiosamente, Chamberlain siempre ha sido un actor muy ligado a adaptaciones de obras de Dumas, habiendo protagonizado otra excelente versión televisiva de "La Mascara de Hierro" (dirigida por el hoy famoso Mike Newell) e interpretado el papel de Aramis en la ostentosa versión de "Los 3 mosqueteros" producida por los hermanos Salkind.

Acompañando a Chamberlain se encuentra un magnífico reparto que , esta vez sí, se ajustan a sus papeles de manera ejemplar. Así, actores como Tony Curtis o Louis Jourdan, que en muchas ocasiones han interpretado a los héroes de otros relatos (¡Jourdan interpretó a Edmundo Dantés en una versión francesa!), encarnan a un Morcef y Villefort a los que no imaginamos como meros juguetes de los planes de Dantés, sino que tienen el suficiente empaque para aparecer como adversarios temibles. Y otros actores de renombre como Trevor Howard (en el papel del abate Faria) o el siempre pusilánime Donald Pleasance solventan a la perfección sus apariciones. Sin embargo, el mayor mérito hay que otorgarselo al actor protagonista; Chamberlain consigue hacernos ver , en todo momento, que el Conde de MonteCristo y Edmundo Dantés son el mismo individuo, pero con intereses, sentimientos e incluso propósitos totalmente contrapuestos, dotando al personaje de un cierto toque de desgarro ausente en otras muchas adaptaciones.

Se puede objetar que, al igual que en otras versiones, se han descartado demasiadas situaciones de la novela. Pero en esta ocasión, los guionistas han intentado hacer aparecer, aunque sea de manera mucho más episódica, gran parte de lo que en otras adaptaciones fue desechado y olvidado. Y las nuevas aportaciones, incluyendo un final mucho más desesperanzado que el del relato original, y un vibrante duelo final a espada entre Morcef y MonteCristo, consiguen algo casi imposible: mejorar el ritmo de un argumento que en su concepción original por Dumas y Maquet parecía imposible de superar.

Y pese ha que ya han pasado más de 30 años desde la realización de esta pequeña obra maestra (que demuestra todo aquello que la TV puede ser capaz de ofrecer en manos de profesionales), se hace difícil pensar en adaptaciones superiores sobre todo en el terreno cinematográfico; y en el caso de la televisión, la notoriedad y el éxito -exagerados- que la versión de Depardieu parece haber cosechado, descartan la realización inminente de nuevos intentos. Todo sea que la americana HBO (autora de seriales de género de impresionante calidad como Deadwood o Carnivale ) decida juntar , como suele hacerlo , a un impresionante elenco de estrellas y ofrecernos la versión definitiva, con todos sus hechos, personajes y consecuencias, de la venganza de Edmundo Dantés.

Monday, March 13, 2006

El Conde de Montecristo (I)

Es posible que “Los tres mosqueteros” contenga los personajes más conocidos de Dumas y Maquet. Pero “El Conde de Montecristo” es tal vez su novela más influyente, de tal manera que multitud de escritores o cineastas han tomado como base el arquetipo de Edmundo Dantés para sus propias obras. Ahí está por ejemplo el genial escritor de ciencia ficción Alfred Besker, en “Mi destino las estrellas, o el cineasta Paul Schrader con “Forever Mine”...

Algunos se habrán sorprendido al ver mi mención a Maquet. Y es que el gran público desconoce , aunque era un hecho sobradamente conocido en su época, que Dumas utilizaba gran cantidad de “negros” para escribir sus obras. Y las mejores de ellas (Los 3 mosqueteros , 20 años después, La reina Margot) fueron escritas en colaboración con Auguste Maquet, cosa que ambos admitieron en su día. La colaboración entre ambos autores fue en principio bastante amistosa, pero finalmente Maquet entabló un juicio por los derechos de sus obras, que finalmente perdió ante Dumas.

En los últimos años, el éxito de sagas como “Harry Potter” o “El señor de los anillos” ha hecho que la obra de Dumas, como la de otros tantos escritores clásicos, sea más conocida por sus adaptaciones al cine o TV que por los nuevos lectores que hayan podido ir ganando. Y en el caso de “El Conde...”, además, estamos antes un libro extensísimo (la edición que yo poseo, en un formato bastante grande, supera las 800 páginas) con tan multitud de subtramas que puede desanimar al lector ocasional.

Sin embargo, el enorme abanico de personajes que los autores sitúan en las páginas del libro no disminuye lo más mínimo la energía del mismo; y terminan convirtiéndolo, en mi opinión, en el libro más emocional y sentido de Dumas, por mucho que las andanzas de D’Artagnan, Athos y Porthos despierten mucho más simpatía. La escena, en que Mercedes acude al Conde para suplicar por la vida de su hijo, es una demostración palpable; en ella, los dos personajes ofrecen en unas pocas páginas un huracán de sentimientos, muchos de ellos encontrados, como amor, venganza, despecho, arrepentimiento, que hace imposible permanecer inmune a su sufrimiento.

El acierto de Dumas y Maquet estriba en haber creado un arquetipo ante el que toda persona se puede identificar; no el de un héroe. Ni mucho menos. Por que llega un momento –todos los que hemos leído el libro lo sabemos- en que las acciones del Conde son demasiado horribles para mirarlas con simpatía. El Conde, en su afán de venganza, se convierte en algo peor que aquellos que le destruyeron. Perola fuerza de el personaje de Edmundo Dantés está en que es un hombre que sufrido una injusticia atroz. Y el destino le proporciona las armas con las que vengarse y no sólo de sus enemigos; desea vengarse así mismo de la mujer a la que amó , incluso de la propia sociedad.
Y eso es algo que todos deseamos alguna vez. Tener los medios necesarios para reparar las ofensas que hemos sufrido. Incluso aunque tengamos que destruir a alguien con ello, más allá de lo justo de nuestras acciones. Somos humanos, y el Conde de Montecristo aúna en su interior las emociones más desgarradas que todos tenemos dentro.




Wednesday, March 08, 2006


Cabreo II: Carnaval de huesos.

Todos los años el mismo espectáculo. Como los Oscar, las rebajas de enero o la lotería de Navidad. Lo más granado de "la política, la cultura y la sociedad" (...) se dan cita en las pasarelas Gaudí y Cibeles para , dicen unos, contemplar las nuevas tendencias en el vestir (.......) y apoyar a la industria española de la moda (............).

Vayamos por partes, como decía Jack el destripador. Por suerte o por desgracia, el contemplar a las mujeres con un pecho al aire dista mucho de convertirse en tendencia, por mucho que los diseñadores llevan años y años exhibiéndolas en las pasarelas. Valga los mismo para los vestidos que incluyen un burka en la cabeza, trajes hechos de metal o volantes de más de 2 metros de largo. De la moda masculina ya ni hablamos. Confieso avergozadamente que parte de mi curiosidad se excita cuando nos imagino a los hombres por la calle con sombreros de copa o papagayo, faldas y pareos de lunares (¿por qué estos fulanos no han inventado la mini para hombre?) y bastones o parasoles de fantasía. Pero qué demonios, ya tenemos carnaval 4 días al año y ahí cada cual se viste como le da la gana. Con atuendos, muchas veces, de su propia confección e inspiración.

El tema industrial. Ah, si. Que es que la moda es el sustento de muchas familias en este país. No lo dudo. Sobre todo de las familias de quienes trabajan en el Corte Inglés, Zara,Cortefiel o similares (perdón por dar nombres). Porque estoy seguro de que el/la profesional liberal de las grandes ciudades no tiene el menor problema en , por ejemplo, gastarse unos 300 euros (50.000 pelillasde las de antes) en un bolso de Guchi, o 180 euros en una falda de Dullos o Pedro Albarado. Como no van a poder, si las innumerables revistas de moda, tendencias y mujer nos lo machacan un día si y otro también. Pero supongo que los pardillos como el que esto suscribe, trabajadores en ciudad provinciana y con un sueldo más o menos decente, pero con casa, comunidad, comida y mil gastos más al mes que pagar, se visten principalmente en los establecimientos arriba mencionados.

Mentira cochina, me responderá -no sin razón- la gente mas in, out y los coolhunters de turno. El personal si que está dispuesto (y lo hace) a comprar ropa cara y de lujo. Poz zí. Pero eso es debido, en gran parte, a la proliferación de los outlets, esos establecimientos en los que uno puede comprar toda esa ropa de marca tan chachi que los diseñadores no consiguen vender a lo largo de la temporada. Ropa que da la casualidad se encuentra en cantidades más que respetables, lo cual me hace dudar bastante de la capacidad de mercadotecnia de creadores, por otra parte, con una innnnconmesurable visión artística.

Y bueno, todo esto lo podríamos dejar pasar (porque, para más huevos, se financia en parte con nuestro dinero) como uno -otro más-de los innumerables despilfarros que se cometen todos los días. Pasarela, en fin, no de modas, sino de imagen, de vanidades y egos. Pues vale. Con su pan se lo coman, y que aproveche. Pero por lo que uno no traga es que semejante sumidero de dinero público se esté convirtiendo en aberrante escaparate de la anorexia nerviosa.

Y es que cuando incluso periódicos de difusión nacional como "El mundo" ó "La vanguardia" se hacen eco de un reportaje aparecido en "Aquí hay tomate", algo pasa. Y lo que pasa es que, como muchos sabemos, las pasarelas de moda, y gran parte de la moda en sí, son una oda constante a la delgadez extrema. Si quiere ver Vd. la novia cadáver, no vaya al cine. Vaya a un desfile de , por ejemplo, moda nupcial. Es increíble como uno puede ver´,año tras año,desfilar a bellísimas profesionales pero con unas facciones y unos cuerpos instalados en lo enfermizo, nada de rayarlo. Todo ello ante la mirada complaciente -supongo que también morbosa y lúbrica , para que nos vamos a engañar- de famosos, dirigentes y demás. Y con el silencio culpable, e incluso mafioso, de diseñadores y "Estilistas". Y lo peor de todo, es que haya tenido que ser "el tomate" quién descubriera esto. Por que aquí se ve como la ficción imita a la realidad. No han sido los grandes medios los que han descubierto la noticia. Ha sido el periodismo mas canalla y irrespetuoso el que ha destapado definitivamente el pastel. Mostrando como a las módelos se les conmina a comer en pequeñas cantidades. Los cuerpos espeluznantes de algunos desfiles. Y, para redondear el ambiente gangsteril, a los diseñadores exigiendo la no emisión de las imágenes. Ellroy no lo hubiera hecho mejor.

De este modo, no sólo las adolescentes mas impresionables sienten estupor ante sus imperfectos cuerpos. Así lo que se está consiguiendo es un estándar físico imposible. No hay manera de alcanzar semejante figura sin recurrir a las dietas más draconianas. Todo un negocio para las ya mentadas revistas femeninas, que inundan sus páginas de las fotografías de esas mismas modelos, proponiendo peinados, regímenes, planes de perfeccionamiento físico, esa misma moda irreal que se difunde en las pasarelas...El negocio es redondo, y que siga girando la rueda.

Como colofón, resulta increíble ver a una de nuestras más reconocidas modelos, recibida ostenotosamente en los foros institucionales confesando que padeció anorexia...cuando su estado físico actual bordea el raquitismo. Contemplar como una "top-model" internacional aumenta exponencialmente sus ganancias después de ser descubierta en plena cata de farlopa. Llorar el destino de más de una de aquellas impresionantes mujeres que llenaron portadas en todo el mundo, y sucumbieron al infierno del alcohol o las drogas: Naomi Campbell, Karen Mulder, Elle McPherson... Impresionante el ejemplo que dan a todas esas jovencitas que, como ellas en su momento, aspiran tener el mundo a sus pies. Chanel, cocaína y Dom Perignon, cantaba el Loquillo.Pero que más dá. El show debe continuar. Cuerpos perfectos y mentes vacías. ¿Quién da más?


Cabreo I: La hoguera de las Vanidades
Es curioso como a veces uno puede leer un libro, y entender perfectamente su significado, o lo que el autor puede querer expresar en un determinado momento; pero a pesar de todo, lo que se expresa sólo adquiere verdadero sentido después de mucho tiempo. Bien debido a la experiencia personal o a la propia madurez. Eso es lo que me ocurrió cuando leí , en su tiempo, "La Hoguera de Las Vanidades", de Tom Wolfe.

Wolfe deja en el libro más que claro, con su característico estilo periodístico, que lo suyo no es una crítica, ni comedia, ni drama. O tal vez es las tres cosas a la vez. Pero lo esencial, más allá del género o el tono de la obra, es la descripción de la sociedad neoyorquina de los 80, obsesionada con el lujo, el ascenso social y las ansias de "ser alguien". Sin embargo, siempre pensé que Wolfe había exagerado gran parte de las reacciones de sus personajes para dar mayor dramatismo y viveza al libro. Vamos, que él autor había potenciado los excesos de los personajes para darles más juego a estos. Y, después de unos cuantos años, creo que me equivoqué.

Por que es verdad que , en España , el mundo del dinero ha sabido aprender de sus errores , y después de algunos "pecadillos" mediáticos que bien caro les costó a algunos (remember "Los Albertos",Boyer, etc), las clases más adineradas se han envuelto en un aura de privacidad muy pocas veces penetrable. Se acabaron los tiempos del lujo, la ostentación, el despilfarro. Con la complicidad de los grandes propietarios de los medios de comunicación (que son muchas veces coleguillas de "farra"), es ya bastante raro ver en los incontables espacios y revistas del ramo noticias que atañan a los grandes empresarios del país. Hasta ahí bien.

El problema es que el resto de pertenecientes a las capas sociales más favorecidas no lo han visto así. O como el dinero dejó de aparecer en los medios, alguien debió pensar que debía ocupar su lugar. Y de ahí que políticos, artistas, modelos y fauna de demás pelaje son complemento ya no necesario, sino absolutamente imprescindible en cualquier evento que se precie. Ya sea este cultural, social, deportivo o incluso benéfico, el caso es salir en la foto. Cuanto más, mejor. Y cuantos más salgan en la foto, mejor.

Como dijo MacLuhan, el medio es el mensaje. Y así hemos llegado a la situación de que el evento, el acto en sí, importa un pimiento; a nadie salvo a tres o cuatro profesionales del medio le importa la pasarela Cibeles o Gaudí (ya hablaré de ella) como escaparate de moda. Ni el Masters series de Madrid como torneo de tenis. Lo que importa son los famosos y políticos que asisten al desfile; la presencia del deportista galáctico de turno, y , ya si nos ponemos, el desfile de la supermodelo alquilada a golpe de talón por una millonada por tres minutos de contoneo.

Esto si hablamos de la moda , que siendo condescendientes podemos admitirle su toque de frivolidad. Cuando ya nos metemos en el terreno de lo cultural, y observamos como en una gala de inauguración de todo un Teatro Real, la noticia es la asistencia de un puñado de modelos , presentadoras televisivas, etc, etc, uno concluye que 250 años no son ná, y que desde las reuniones de cortesanas y aristócratas en las cortes dieciochescas hemos avanzado bien poco. O a lo mejor lo único que ha cambiado es sólo el plumaje.

La clase política, atenta, como es natural en ella, a todas las inquietudes sociales que preocupan a la población, no ha tardado en calibrar la dimensión del acontecimiento. Y así, y en cumplimiento estricto de sus deberes, se ha prestado a copar la asistencia a desfiles de moda, partidos de fútbol, estrenos cinematográficos e incluso catas de vino. Así, nuestros gobernantes han podido demostrar que, pese a los maledicientes, son como cualquier hijo de vecino: no les importa hacer el gilipollas con tal de salir en la tele. Valga, como muestra , el sin par modelito que nuestra inapreciable ministra de cultura lució en la reciente gala de los Goya. Eso sin olvidar los codazos que nuestros más eficientes representantes se reparten con tal de estar en primera fila de Cibeles, Gaudí, Goya o cualquier evento que empiece con letra mayúscula. Y es que no hay como acabar 100 años de honradez del PSOE con una portada del VOGUE, divan y modelito de diseño incluído. Ahí es ná.

Y la próxima sesión de cabreo, para Cibeles. Y Gaudí. Y la moda. Y eso.

Monday, March 06, 2006


De vuelta a la ciudad del vicio
Más allá de los índices de audiencia y de las preferencias de los aficionados, si hay una serie que supo encarnar, tanto en el fondo como en la forma, todos los excesos de los años 80, fue Miami Vice. En lo estético, por su descarado look MTV, su condición de escaparate de tendencias en múltiples campos como la moda, arquitectura... Pero también sus argumentos sirvieron para reflejar la irrefrenable ansia por el placer, la imagen y el dinero que las Reaganomics desarrollaron en los USA por aquellos años.

Así, en contraposición a Hill Street Blues (la otra gran serie negra TV de los 80), que mostraba la desesperación urbana a la que se enfrentaban los cuerpos de policía en las grandes ciudades industriales, Miami Vice utilizaba todo un arsenal de efectismos para denunciar , a su propia manera, el enorme vació del hedonismo imperante en la era "yuppie".

Pero, aparte de su mayor o menor potencia como reflejo social y/o coyuntural, una de las características que , personalmente, más se me ha quedado grabada es la actitud profundamente pesimista, rollando el nihilismo, que reflejaban muchos de sus episodios. Dejando de lado el lado policial del argumento (la eterna persecución policia-criminal), casi todos los capítulos terminaban con algún matiz amargo, desesperanzador o incluso trágico, hasta el punto de que la serie ha sido considerada por buena parte del "fandom" como perteneciente al "neo-noir". Y como prueba de ello, la casi siempre fugaz pero impactante presencia del inolvidable Teniente Castillo, un insuperable Edward James Olmos, en un papel desprovisto totalmente de cualquier sentido del humor.

La trayectoria de Michael Mann, uno de los dos productores ejecutivos de la serie (junto a Anthony Yerkovich, encargado de la parte más artística), que se ha convertido en uno de los directores más respetados de Hollywood, no parecía presagiar precisamente la adaptación de la serie al cine. Y aunque la fiebre de las adaptaciones de series de TV al cine está muy lejos de remitir, los lamentables resultados artísticos de la mayoría de ellas no parecían ser precisamente un aliciente para un director como Mann, que si bien maneja perfectamente los recursos del cine de acción, ha demostrado ser muy poco acomodaticio con los gustos del gran público en los guiones que ha manejado.

No tenemos más que remontarnos a historias como las de "El último mohicano"o "Heat" para comprobar la extrema seriedad con que Mann ha tocado casi todos los temas que ha abordado, prescindiendo de enfoques mucho más taquilleros. Es muy probable que el relativo fracaso de "The insider", su film más pausado e introspectivo, haya convencido a Mann de retomar su antigua y exitosa creación. Pero muy lejos de un teórico "revival" de la serie de los 80, el director ha decidido , manteniendo ciertas premisas del show, acercar la acción a la que tal vez sea una de las constantes de su experiencia cinematográfica: la descripción del enfrentamiento entre profesionales a uno y otro lado de la ley.

"Miami Vice" ya no va a ser, pues, un muestrario de la sociedad de una urbe, o de su tiempo, sino que Mann la ha convertido, como ya hizo en "Heat", en un muestrario más o menos aséptico de los métodos del cuerpo de policía. De ahí también el sorprendente físico que las primeras imágenes nos han mostrado de Colin Farrell, el actor elegido para dar vida al inolvidable Sony Crockett, en una caracterización totalmente exenta de glamour, y que ha levantado las iras de no pocos aficionados.

Sin embargo, y pasada la primera sorpresa, no cabe duda de que el aspecto del actor irlandés es mucho más realista y adecuado a lo que se espera de un agente de narcóticos infiltrado. Y si no, basta con remontarnos a interpretaciones como la de Al Pacino en "Serpico" o la del propio Mark Ruffalo en "Collateral", en la que lucía un "look" muy similar al de Farell. Y tampoco hay que olvidar que, por lo visto hasta ahora, la película tiene todo el aspecto de ir a centrarse mucho más en el personaje de Ricardo Tubbs (Jamie Foxx), sin duda debido a la muy superior cotización de éste en el mercado de Hollywood.

La apuesta de Mann es arriesgada, tal vez demasiado para un director de sus características; el presupuesto de la película se ha disparado debido a sús múltiples (y exóticas localizaciones) y la fecha del estreno, en verano del presente año, le va a poner en competición con un buen número de blockbusters veraniegos. Y por lo visto, del éxito de la película dependerá también buena parte del thriller de la próxima temporada. Puede ser el comienzo de una nueva etapa mucho más seria de lo que hasta ahora se ha visto... o la tumba del mismo, en favor de corrientes mucho más "cool" y superficiales, como lo ha sido el género negro desde que Quentin Tarantino impusiera su ley en el mismo.